Ermita de San Buenaventura
Antiguamente en el cerro donde hoy está la ermita, había un castillo y después se puso en este lugar, una cruz. Hacia el año 1.500, hubo una plaga en Alcudia llamada popularmente "tabardillos"; se hicieron rogativas al santo procesionándolo, hasta el cerro en que estaba la cruz, y cesó milagrosamente la epidemia; por este motivo, se declaró Patrón de Alcudia.
En el lugar en que estaba la cruz, se levantó en 1.920 una ermita; llevando el primer carro de piedras, Rafael Varón Fernández y que ha perdurado hasta el año 2.002 en que esta se reformó por parte del Ayuntamiento, redactando el proyecto de restauración los hermanos sacerdotes hijos del pueblo, D. Rafael y D. Manuel Varón Varón y D. José Mª Ortiz Valero; siendo alcalde, D. Francisco Saavedra Fernández.
Se le ha añadido un velorio en su lado izquierdo decorado con azulejos, que representan al santo, destinado para ofrendas y promesas; así como unos adornos de escayola simulando madera, en el frontal del altar.
También se adecentó la calle que va desde la plaza hasta la ermita, colocándose unas farolas en todo el entorno de la ermita, transformándolo en un excelente mirador, rodeado de un muro del que surgen pilastras y chimeneas, que sirve de asiento para el descaso y la meditación. El arquitecto encargado fue D. Francisco Fuentes Escudero. La ejecución de las obras se hicieron por el maestro albañil, Antonio Fernández García, la cubierta de madera es obra del maestro carpintero Álvaro Robles Sierra, tallándola Enrique Ruiz Jiménez; la cerrajería estuvo a cargo de José López Blanes. El Altar, candelabro forjado, Vía-Crucis, antigua iconografía y parte de la mantelería, fueron costeados en su momento, por todos los hermanos "Virutas".
Los últimos detalles se llevaron a cabo por los hermanos sacerdotes Varón Varón y el Sr. Mariano Fernández Fernández. En el frontal se ha colocado una campana de bronce grabada con un libro y una pluma, en alusión al doctorado del santo y que lleva la siguiente inscripción: " Ermita de San Buenaventura. 2002".
Se bendijo e inauguró esta restauración, el día 14 de Julio del 2.002, a las nueve y media de la tarde; al llegar el Santo en procesión a la cima del cerro. El Sr. Alcalde cortó la cinta con los colores de la Bandera Nacional, mientras la Banda Municipal de Música del Valle del Zalabí entonaba el Himno Nacional; acto seguido D. Rafael Varón Varón, con autorización del Sr. Cura Párroco D. José Berbel Guil, bendijo la ermita y su entorno.
Como consecuencia de todo lo anterior, la ermita y su entorno invitan a un mayor fervor, a la meditación, al paseo, ... y a poder contemplar una de las maravillosas vistas del pueblo, teniendo como fondo el Monterón, el cerro de la otra ermita (de las Ánimas) y Sierra Nevada.
VIDA DE SAN BUENAVENTURA
Buenaventura nació en 1221 en Bañoregio cerca de Viterbo (Italia). Su infancia está marcada por una intervención milagrosa de San Francisco, como él lo declarará en dos ocasiones: “Mi madre, cuando yo era todavía niño, hizo voto por mí a San Francisco, porque estando yo gravemente enfermo, fui arrebatado a las fauces mismas de la muerte y restituido sano y salvo al vigor de la vida”.
Entró joven en la Orden de los Hermanos Menores y fue enviado a París, donde llegó a ser maestro de teología. Es memorable la disputa sostenida en la defensa de los derechos de los Frailes Mendicantes al estudio y a la enseñanza. Su línea teológica fue acorde con la filosofía aristotélica, y ligada a la filosofía platónica y a la teología agustiniana.
Fue discípulo del gran Alejandro de Hales, franciscano y después maestro en el estudio de la “Sorbona” de París. Fue autor, como se sabe, de muchas obras de teología y de alta mística y biógrafo de San Francisco.
En 1257 fue elegido ministro general de la Orden, a la que rigió por 17 años en uno de los momentos más delicados de su desarrollo, equilibrando con su prudencia las posiciones opuestas, con firmeza y caridad grande. Promovió y llevó a cabo diversas actividades respecto a los estudios, el ministerio pastoral, la predicación y las misiones. Encargado por
el capítulo, escribió una nueva biografía de San Francisco, que fue llamada “leyenda mayor, leyenda en el sentido de que se debía leer en las asambleas de los religiosos, destinada a sustituir todas las precedentes hagiografías.
Hecho cardenal y obispo de Albano, participó en el II Concilio ecuménico de Lyón, y fue su mente directiva; murió durante el concilio el 15 de julio de 1274. Sus numerosos escritos de teología, mística, hagiografía y poéticos, unidos a la santidad de su vida, han hecho de San Buenaventura uno de los grandes maestros de la espiritualidad cristiana, y para la Orden Franciscana uno de los intérpretes más profundos del mensaje de San Francisco. La humildad, la doctrina, la espiritualidad de San Buenaventura, su sincero amor a Cristo, dejaron una impronta indeleble en la piedad cristiana de la Edad Media y le merecieron el título de “Doctor Seráfico.
Es raro encontrar en la historia de la Iglesia un Santo tan rico en todos los campos de la santidad, tan amado en vida, y a través de sus palabras, a lo largo de los siglos. De inteligencia sutil, de palabra fácil y persuasiva, transfunde en su enseñanza el calor de sus convicciones maduradas en la experiencia y en la contemplación, y lleva al amor de Dios, particularmente de Jesús Crucificado. El amor, o mejor, la caridad está en la base de la doctrina bonaventuriana. Estando en la Verna escribió el Itinerario de la mente hacia Dios .
San Buenaventura murió en Lyón durante el Concilio; tenía 53 años. Sepultado en la iglesia de San Francisco de Lyón, su cuerpo fue quemado por los hugonotes en mayo de 1562. Sixto V lo proclamó Doctor Seráfico.
(1) Por tierras de Granada de Carlos Asenjo Sedano